Cuando los rockeros tienen el blues

Mermelada, Los Enemigos, Siniestro Total, Platero y Tú

Mermelada – Coge El Tren (Chapa 1979); Los Enemigos – Ferpectamente (GASA, 1986); Siniestro Total – La Historia del Blues (Virgin, 2000); Platero y Tú – Hay Poco Rock & Roll (Dro, 1994)

Texto: JOSEP PEDRO

Entre las numerosas formulaciones sobre el blues, destaca la idea de que es un sentimiento, un estado de ánimo, y también una expresión catártica que acompaña acontecimientos y experiencias vitales. A lo largo de su historia, ese sentimiento, mezcla de alegrías y tristezas, se ha extendido por distintos estilos musicales, dejándonos distintas formas de interpretarlo. Como base del desarrollo de la música popular del siglo XX, el blues –con su sentimiento, conjunto de recursos, estructuras, y formas de ver el mundo- ha evolucionado con distintas ramificaciones, y puede verse como una cuestión de grado en músicos y estilos, donde se conjugan distintos enfoques y niveles de dedicación. En nuestro país, el blues ha aflorado con frecuencia entre los rockeros, dando lugar a una tradición considerable y valiosa de la que repasaremos los casos de Mermelada, Los Enemigos, Siniestro Total y Platero y Tú.

La influencia del blues en la esfera pop-rock puede remontarse hasta grupos surgidos en los 60, canciones como “El Tren de la Costa” (1965) de Los Sirex, adaptación del clásico “Train Kept A-Rollin’” (Tiny Bradshaw, Johnny Burnette), y, sobre todo, el fantástico “Blues del Cocodrilo” de Los Salvajes (Nacidos para ser Salvajes 1962-2002, 2002). En los primeros años del post-franquismo, la aparición de grupos como Tequila, que reivindicaron un rock ‘n’ roll inspirado en Chuck Berry, supone cierta continuación de la tradición. Pese a no definirse (y percibirse) como blues, en ese camino necesariamente incorporan la estructura blues de doce compases, además de la armónica y el piano, presentes en “Rock ‘n’ Roll en la Plaza del Pueblo” o “Necesito Un Trago” (Matrícula de Honor, 1978).

Nuestro repaso específico al ‘blues de los rockeros’ empieza un año después con el grupo madrileño Mermelada y la publicación de Coge el Tren (Chapa, 1979), que en mi opinión bien puede considerarse un disco de blues. El grupo surgió del encuentro musical en la Prospe[ridad], barrio culturalmente inquieto que aglutinó bandas vinculadas a la ‘movida madrileña’ como Kaka de Lux o Paracelso (Gran Wyoming y Maestro Reverendo), y del que surgieron también músicos de blues tan destacados como Ñaco Goñi o el mentor escocés Whisky David, instalado en Madrid desde su visita junto a los Yardbirds.

Habitualmente categorizados como rhythm & blues o rock, en este primer disco de Mermelada se autodefine en relación al blues, que se expresa con ritmos rápidos, cierta actitud canalla, y el sonido de armónica y saxo de Javier Encinas “El Moro”, gran inspiración para el propio Ñaco Goñi: “Cuando empecé a chapurrear con la armónica, uno de mis grupos favoritos eran los Mermelada y uno de mis discos favoritos era su Coge el Tren, del cual me saqué todos sus solos” (Blues con los colegas, 2006).

Ejemplos de su enérgico sonido y actitud son “Coge el Tren” y “Cantando Blues”. Con una letra sencilla y directa, la primera conecta con la tradición del tren, tan presente en el blues, como medio de viaje o escapatoria, e invita a romper con las ataduras y vivir una aventura. “Cantando Blues”, apuntalada por el incesante sonido del saxo, evidencia el vínculo del grupo con el blues (“me entretengo solo tocando blues” / “entre tanto me consuelo tocando blues”…). El disco incluye además un acelerado boogie instrumental (“Boogie del pantano”), y dos versiones en castellano de Robert Johnson (“Crossroads”/“Encrucijada”) y Billy Boy Arnold (“I wish you would”/“Espero que puedas ser feliz”).

También Los Elegantes, habitualmente vinculados al movimiento mod, grabaron “Tocando Blues” (Los Gatos de Mi Barrio, 1987). Si bien su enfoque musical está más cercano al rock ‘n’ roll y el rockabilly, el blues vuelve a utilizarse como estilo definitorio: “Los gatos de mi barrio han aprendido a bailar porque hay nuevas gatitas en la calle de atrás / ¡Eh tú, están escuchando blues! / Las chicas de la esquina tiran su corazón a tipos acabados como tú y como yo / ¡Eh tú, estamos tocando blues!”

Desde su primer disco, Ferpectamente (GASA, 1986), Los Enemigos anuncian su sentimiento bluesero con “Velardestrit Bugui”, boogie sucio tipo Hound Dog Taylor anclado en Malasaña, y “Tengo una casa”, un acústico con guitarra y armónica. Frente a la inmediatez y crudeza de la primera, la segunda destaca por su carácter minimalista y lenguaje en clave. Por otra parte, el arranque bluesero de “Que bien me lo paso” (Un tío cabal, 1988), canción de desamor con un aire melancólico e irónico, conduce a un relato sobre la soledad impregnado con el toque arrastrado característico del grupo.

En La Vida Mata (GASA, 1990), Los Enemigos canalizan la influencia del blues con fórmulas distintas en “La Torre de Babel”, rock contundente y fraseos de inspiración bluesera reminiscentes del power blues, y en “Nadie me quiere”, un elegante tema con bajo cabalgante y piano, que, a su propia manera, recuerda al classic blues de las grandes cantantes, canciones como “Nobody Wants You When You’re Down and Out”. Cantada tanto en castellano como en inglés, “Nadie me quiere” entronca también con el sonido de Nueva Orleans por su aire desenfadado, incorporación de vientos y breaks de batería.

Finalmente, el sentimiento blues llega al título con “Blues” (La Cuenta Atrás, 1991). Aquí se cuenta una historia de pareja en la que la superación de obstáculos (“pateamos mil incendios / soportamos aguaceros los dos”) deja paso a una repetida celebración etílica (“borrachos los dos / borrachos de amor / borrachos tú y yo”), borrachera literal y metafórica sobre el estado anímico.

Los gallegos Siniestro Total, conocidos por su eclecticismo y su sentido del humor excéntrico, también han sentido el blues con fuerza. Aparte de sus numerosas composiciones punk-rock en contacto con blues (“Alégrame el día”, “España se droga”, “Hey Hey Vigo”…), la relación es explicita en “La Historia del Blues (Vol. I)” (En Beneficio de Todos, 1990), donde el narrador cuenta sus encuentros amistosos (e imaginarios) con Clifton Chenier, Elmore James, y Muddy Waters. La estructura de las estrofas se repite con nuevos personajes,  lugares de destino (Nueva Orleans, Chicago) y una ‘enfermedad común’, la “rockin’ pneumonia y la boogie woogie flu” (Huey ‘Piano’ Smith, Professor Longhair) con la que responde a los músicos.

Esta acumulación de referencias a la tradición del blues se multiplica en la contagiosa “Me gusta como andas” (Me Gusta Como Andas, 1988), un verdadero pastiche construido a base de citas. Entre ellas destacan las referencias a clásicos como “Dimples”, “Backdoor Man”, “Sittin’ On Top of the World” o “I’m Ready”. Pero su obra fundamental de blues llega con La Historia del Blues (Virgin, 2000), un recorrido por la historia del género a partir de la música y el mito de Jack Griffin, un misterioso músico que fascinó al grupo tras encontrar un disco suyo en Memphis. Basándose en sus viejas composiciones, Siniestro traduce y adapta un repertorio con personalidad, del que podríamos destacar de manera introductoria “¿A Quién Vas a Culpar?” (Who’s to Blame?, 1944) e “Inundación” (Highwater, 1938).

Finalmente, destacamos las composiciones blues de Platero y Tú, representante del rock urbano con inspiración de rock ‘n’ roll clásico. Tienen en común el desamor como tema central, pero representan momentos y actitudes distintas. Narrada en tercera persona, “Cantalojas” (Muy Deficiente, 1992) cuenta la historia desgarrada de un borracho que acude al puente Cantalojas a medianoche para ver salir un tren. En él se marcha su amor, que cansada de aguantarle deja Bilbao para irse a Madrid. En “Maldita Mujer” (Hay Poco Rock & Roll, 1994), relato escrito en el fulgor de la batalla, el grupo conecta con la función liberadora del blues (“canto blues cuando pienso que algo he perdido / canto blues porque sé que ya no estás conmigo / y canto blues porque el blues soy yo…”).

Por último, “Mírame” (Vamos Tirando, 1993) narra una historia de vida en la que el amor va y viene según el éxito comercial de un músico; una canción de orgullo propio en la que el protagonista finalmente prefiere quedarse con “el amor del rock ‘n’ roll”, cambiar sus “malas artes por su fiel stratocaster.” A estas tres podemos añadir el emocional blues instrumental “Alegría” (Los Sueños Locos, 2002) de Fito & Fitipaldis, donde brillan los inspirados solos de guitarras y saxo y un fantástico cambio de ritmo.

En definitiva, este repaso sirve para acercarnos a los momentos en que nuestros rockeros tienen el blues. Un sentir todavía por investigar, del que habría que citar también canciones como “Rock del Cayetano” (Pata Negra, 1985), “Blues del Amo” (Loquillo, 1994), “El blues de lo que pasa en mi escalera” (Sabina, 1994) o “Burro Cansado Blues” (Los Suaves, 2005).

Aunque no se hayan dedicado totalmente, el sentimiento blues de los rockeros revela una encarnación valiente en la que la identificación con el estilo se ha combinado con la voluntad de llevarlo a su terreno, adaptando patrones, añadiendo estribillos… componiendo. En este sentido, su afán compositivo y expresión sin complejos en castellano contrastan con las discusiones sobre la repetición de versiones, y los debates y reticencias sobre el blues en castellano, lugares comunes en nuestras escenas de blues.

Artículo originalmente publicado en el Anuario del Blues 2012, dirigido por Manuel López Poy y editado por la Societat de Blues de Barcelona con la colaboración del Centro Cultural de Collblanc-La Torrassa de l’Hospitalet, Barcelona.

Advertisement